El Jeep Willys ha hecho parte de la vida diaria del Quindío desde hace mucho tiempo, con su único y sencillo diseño reemplazó a la mula en la honrosa tarea de transportar a los campesinos de esta región, por la compleja topografía de la cordillera central. Ahora después de 70 años de servicio llegó el momento de exaltarlo como patrimonio cultural de la nación, y de esta manera proteger su legado.
Hijo de la guerra
Este carro es resultado de una convocatoria que hizo el gobierno americano en medio de la segunda guerra mundial, para conseguir un automóvil capaz de apoyar las actividades militares de su ejército. En esta carrera la empresa Willys no resultó vencedora, pero después de conocer el diseño ganador se atrevieron a perfeccionarlo y formular una mejor propuesta al gobierno, no fue sino hasta 1941 que se decidieron finalmente por el modelo de Willys. Llegaron a fabricar durante la segunda guerra mundial aproximadamente trescientas mil unidades, sirviendo para transportar tropas, provisiones, barrer nieve, rescatar heridos y hasta de altar para los capellanes.
Popeye lo bautizó
El chofer que condujo el primer prototipo hasta el campamento militar, expone que el nombre JEEP fue tomado de la forma en la que se referían los soldados al auto. Existen muchas teorías alrededor de este nombre, la primera hace referencia al sonido que produce el pito del vehículo, la segunda alega que salió de una descuidada pronunciación de las siglas G.P GENERAL PORPOSE (todo propósito), y la tercera, tal vez la más popular, dice que proviene de la serie anima POPEYE, donde aparecía un personaje llamado Eugene The Jeep que tenía la capacidad de teletransportarse a cualquier lugar, cualidad que los soldados compararon con la versatilidad que tenía el carro de llegar a cualquier parte.
De la guerra a la trocha
Terminó la guerra, y el Ejército de los Estados unidos al no tener ninguna otra labor para el JEEP, dio nacimiento al Plan Alianza para las Américas, encaminado a esparcirlos por toda Latinoamérica. En 1950, llegaron las primeras 100 unidades a Colombia y en 1952 se empezaron a usar como medios de transporte. El uso del vehículo tomó fuerza en la zona cafetera, exigiendo su ensamblaje en el país y después, en la década de los 90s en nuestra capital, Armenia, emergió la primera planta que construía el icónico carro con tecnología nacional, contribuyendo a la popularización a lo largo y ancho de todo el eje cafetero. Haciéndose hizo parte indispensable de la época dorada del Café Colombiano, conocida como bonanza cafetera, convirtiéndose en símbolo histórico de orgullo y pujanza.
Labor que se vio exaltada por el congreso hace pocos días, declarándolo como artefacto cultural integrante del Paisaje Cultural Cafetero y, por lo tanto, Patrimonio Cultural Mueble de la Nación, priorizando las acciones necesarias para asegurar la protección y conservación del Yipao y de la Cultura Yipera. Así mismo que a los conductores y empresas que usan este tipos de vehículos, entregándoles apoyos como readecuaciones de carrocería y técnico-mecánica, necesarias para la continuidad del servicio y de la tradición yipera, orgullo de lo Quindianos, de los cafeteros y ahora de toda Colombia.