En nuestro departamento la forma en la que están construidas las plazas de Bolívar, sus dimensiones, la altura y densidad de sus árboles son similares, excepto en Montenegro, ahí el lugar en común se transforma, es un hecho innegable, que estar debajo de sus inmensos árboles, te hace sentir amparado por la sabiduría que les da tantos y tantos años de proteger la plaza incluso antes de existir.
UN PUEBLO EN EL MONTE
Cuando por estas tierras se paseaban colonos inquietos, encontraron en medio de su trasegar un territorio dominado por una espesa mata de monte, un ecosistema casi selvático con altos y frondosos árboles, con fuerte maleza y con un ambiente tan oscuro en su interior ,que resultaba inevitable no bautizar como Montenegro a lo que apenas adquiría forma de caserío, después de que uno de sus Fundadores, Don Miguel Duque, recibiera las tierras por la suma de $300 pesos y la donara para de a poco darle forma al sueño de un pueblo en el monte negro y espeso.
Oficialmente, el 19 de octubre de 1890 su historia inicia con la vigorosa voluntad que tenía el padre Valencia Marín de que la floreciente población tuviese el merecido reconocimiento, hasta que llego el día en el que su secretario leyese el acta de fundación en uno de los árboles del icónico monte que le dio nombre. Su camino a ser municipio no fue rápido ni sencillo, pues paso de ser corregimiento de Filandia en 1897 a serlo de Circasia en 1906, para regresar a dominio Filandeño poco después. En medio de esta tergiversada historia el centro poblado cambio estacionariamente de nombre por designios del Concejo de Filandia, que en un acto unilateral ordena que el pujante caserío empezase a ser llamado: Villa Quindío; pero la historia de orgullo que llevaban tatuados los habitantes del lugar puso un freno a esta pretensión y siguieron llamándola Montenegro, porque ese nombre nunca nació de un capricho, fue el misma selva indomable que se encontraron aquellos colonos, la que se bautizó a sí misma y dicto como nombre único: Montenegro. El concejo no tuvo más opción que regresarle su nombre, ante el ímpetu montenegrino.
Bastaron catorce años para que la complicada historia que tuvo Montenegro como corregimiento valiese la pena al ser erigido como Municipio del Departamento del Caldas en Abril de 1914, y luego entrar a ser parte del selecto grupo de municipios que engendro el joven departamento del Quindío en 1966. Montenegro jugó un papel importante en la bonanza cafetera que impactó a todo el departamento, a tal grado que hoy conserva el nombre título de emporio cafetero y en las entrañas de sus suaves montañas contiene al Parque Nacional del Café como una medalla que nos recuerda lo que tanto le debemos los Quindianos al preciado producto que elevo nuestro nombre a nivel mundial.
Hoy, 130 años después de ser iniciada su historia en medio de aquel árbol, vale la pena resaltar su tradición, su notable papel en el departamento y el tesón guerrero que tenían sus fundadores y que aún hoy conservan los habitantes actuales, luchando cada día por continuar el legado montenegrino, teniendo como recuerdo el curioso parque de frondosos e imponentes arboles tal y como estaban en aquel monte negro.